domingo, 12 de abril de 2015

NO SÉ


Igual que a la Infanta, a mí la vida me supera, los carotas me acorralan y entiendo cada vez menos. Se pasaron las penitencias por mi puerta y angosto de sol y playa, el deseo impío. Las tumbonas expectantes, al lado de sillitas de playas de los chinos, me dicen que aún no ha llegado el día, si no te apellidas Barragán y de nombre Loreto.                          

Mis carnes se encapsulan, mi ánimo se derrota, ya tanto, que ni la victoria de Belén Esteban me da trazo para descomponer unos párrafos. Es que hay excedente de idiotas y estos días, casi todos, andan sueltos.                                                                                                
Las elecciones es lo que traen, mucho desaguisado resuelto, mucha foto y debate y algún que otro maltrecho, que las portadas tienen que llenarse y las rotativas se engrasan con estigma de político muerto.                                                                                                        
No llenaremos las plazas, ni seremos portada del Vogue, vegetaremos en una ciudad perdida en los mapas, sin parados por arte de magia y enlosada de piedra ostionera de la cabeza  a los pies, por birlibirloque, de “no me toques”.                                                            
 Es la palabra cantada del juglar pagado, que debe ser hostia en la cara, porque escribir a demanda no sé qué fagocitación puede ser. Es mejor no saber nada, esconder la cabeza en los pies y que te den por las enaguas enlutadas, desde arriba o por el envés.                           El levante es lo que gasta , gente loca perdida, aventureros y guiris de asentamiento, si no me creen, miren en Tarifa y ya verán lo que ven, que muchas levanteras que agarré por los pelos para que no se me llevaran, por inseguridades y miedos, de ahogarme en el secarral. Ahora en la lontananza se ve todo más apagado, los colores descorridos, las lágrimas voladas y el tiempo inmóvil, como en una foto de carnet.                                             
  Las elecciones es lo que traen resacas de votos, ninguneidad de las urnas y una infanta poco explicativa que se dejaba hacer.                                                                                        
 Es el verso suelto, la lectura entre párrafos, el no arrimarse a nadie y el clavar los codos, mandamientos descorridos en un útero inexpugnable. La vergüenza sin toreo no la ha parido madre, por eso cabalgamos en sardinas y amarramos la lengua en una bocacalle, que es época de elecciones y ellos se juegan la paga por otros cuatro años. Los que siguen las procesiones, los llevan en estandartes y los imaginarios postulan un buen aterrizaje, que hay demasiados trenes que descarrilan y aviones que se caen, que el arte de la política solo crea ingratos y traidores, lameculos y ofendidos.                                                
La infanta no se despeina, el tiempo juega abatido y las vacaciones salvaron más de un cotarro donde el paro hacía ya mucho que se había extinguido. Por eso la vida es buena, las elecciones lo mejoran todo y nuestra ciudad es prodigio de milagros y romerías, que no existen las colas del hambre ni las del paro, que es mera especulativa, que los carotas acorralan y los idiotas andan sueltos.

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