Mientras Ucrania se
parte como las galletas del desayuno de mi niña, una joven de 23, cacereña,
sale despedida de un coche en marcha. El marido está a disposición judicial y
los civiles se temen violencia de género, pero ella, desde el Anatómico, lo ve
todo entre vapores de formaldehido. Las
tarjetas opacas, las negras, los gastos encriptados y los corruptos, nos han
dejado de preocupar y solo vemos propaganda electoral y rostros sonrientes o
enfadados que nos prometen la misma canción que a Ulises las sirenas, mientras
iba amarrado al mástil. Parece que se machacan, pero es locución, como los
letrados en juicio , para luego una vez terminado, ir a tomarse café , al bar
más cercano al juzgado. Arreglarán
el país en dos telediarios, al menos para ellos, que sin oposiciones, sin ir a
la cola del paro, sin necesidad de estudiarse un grado o hacer un curso de FP,
se apoltronarán en sillones de cuero, cobrando paga duradera, por cuatro gloriosos
años.
La sombra dice que la Política
es un bello arte que consiste en darse a lo público para mejoría de todos, pero
yo lo miro de soslayo porque conduzco, sin decirle nada, mientras en las
farolas señorean los carteles de ellos, los que nos quieren gobernar con sus
mejores galas. No
es que me falten ganas de discutir, que ya saben que me engordo en ello, es que llevamos mucho juntos y hay veces que
ya sabes lo que va a decir tu pareja, antes de que empiece a mover los labios. La
política está para medrar, es lo que yo
me callo, por eso intento alejarme lo que puedo y no hacer amigos, porque no
quiero bajas de guerra en esta inusitada lucha. Gusto de opinar como de comer ,
de todo un poco, con mis fobias y mis filias, más pescado que carne, más fruta
que verdura, más por empatía que por simpatía, más por intransigencia, que por
agencia. La
política podría cambiar que a una chica de 23 no se la arrojara a volar como a
un homosexual en Irán, descabezada y maltrecha como reliquia arquitectónica
regalada a martillazos. Intransigentes que visten por los pies y se calzan el
cerebro en las nalgas. La política podría subsanar la educación, las becas, la sanidad
y los hijos de perra que se llenan los
bolsillos con las ayudas necesarias para las residencias de ancianos, los
parados de larga duración o las becas de comedores infantiles. Es
desgracia que en un país se desangre a los más jóvenes , se les destierre y se
les eche de casa, obligados por la necesidad, aún de quedarte sin techo. La
política está ahí , a pie de calle , no con fotógrafos entusiasmados, ni con
entrevistadores de portada, ni con periódicos afines , ni con campañas
millonarias. Es
espejismo ver un presidente sin coche oficial , terminando su mandato querido y
respetado. Es falacia monumental querer el bien para los demás por encima del
tuyo, porque el Consejo de Europa está ahí y los puestos de directivos de
multinacionales mandan. Dijo el otro día Garrigues que no había que tenerle
miedo a Podemos porque se iban a atemperar y le creo, porque la política
desloma, entibia y desluce, los sillones rompen las ideas y las ideas se
desenvainan solas. No creo en los cantos de sirenas , ni en las promesas electorales,
ni en los ojos vidriados de carteles farolarios, que prefiero las santerías de
los visionarios, que las visionadas de un cretino. El
problema es que en la política manda, no los que votamos, porque una vez depositado
el voto en la urna, aunque salga nuestro candidato/a, solo veremos la estela
del voto y nos sentiremos traicionados , vapuleados y ninguneados, porque la
democracia real no existe ni el referéndum para todo, se lo digo yo que intento
hacerlo en casa , con seis votos y terminamos, la sombra y yo, dando un golpe
de estado, cada mañana , como muy tarde, a las ocho.
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