lunes, 23 de marzo de 2015

VERGONZANTE



La lluvia ha plateado las calles y respiramos verdín y agua marina. Los carrillos esperan a las puertas del condumio , mojándose. La gente no se moja porque vienen llovidos de casa, con el estómago vacío y las cuentas inciertas.                                                            Ya se abandonan a su manera de morir cien veces, miles, cada vez que se asientan allí, en cualquier acera y hacen cola para que les den comida. No hay vergüenza en sus caras, solo resignación y hastío, solo que no los vemos, nadie los ve , porque como lo imposible, se esconde de la rutina , de la vaciedad presente de anuncios de coches y mujeres espectaculares.                                                                                                       Me mandaron unas fotos de mi tierra, de calles adoquinadas y festivas por las que pasarán procesiones y cantarán saeteros, solo que en ellas se veían paisanos vestidos de día corriente, con un carrillo aparcado a la derecha- bien lejos- para que parezca que no es suyo, porque el hambre acecha y no deben  saberlo los vecinos.                                         La lluvia lo platea, lo escinde y lo allana, igualando el agua de bocacalles y azoteas, destemplando los huesos viejos , haciendo presentir la muerte. Es suerte de tener un techo y de poder cobijarte en él, piensas cuando llueve y te mojas por completo. Pero la suerte es esquiva y mata lentamente, dejándote el alma muerta y la cara desencajada, el estómago vacío y las ganas impuestas. Las colas del hambre nos sacan los colores porque no las veíamos, porque se nos escondían entre los pliegues de la ignorancia, porque nos han sacado los ojos y nos las han mostrado y aún así no creemos , lo que vemos , porque nos quema . Uno detrás de otro, rostros eternos, cansados y pertrechados en la nada de ser vulgares, de ojos, de pies y manos y sin embargo,  diferentes, porque llevan un carrillo vacío que tiene vida propia.                                                                                                                          Mi tierra es tu tierra, y es la de ellos, que hacen cola para comer porque el paro traga, las cuentas no se pagan solas y hay un trecho con mucha pendiente que te lleva a toda velocidad a volverte invisible.                                                                                              Son los nuestros los que hacen colas para poder comer, para poder tener lo que todo el mundo debería tener, no son seres venidos de otro planeta , por mucho que nos extrañe que en nuestros días , en nuestra tierra , este tipo de cosas puedan ocurrir.                   Vemos lo que nos enseñan, la publicidad y lo que les interesa a ellos , los que se asientan en el poder, que son vendedores de farsas para perpetuarse y vivir bien. Quieren que les creamos , que nos convenzamos de que la realidad es la nuestra de trabajar, pagar y sobrevivir, pero los carrillos están ahí parados, expectantes, bajo la lluvia, queriendo abrirse como los huevos de Alien .                                                          La conciencia se nos dispara y  no nos deja dormir, la lluvia golpea y la charla incesante, caduca y bajísima de los que esperan, nos estalla en los tímpanos, porque es llanto quedo , de niño abandonado a su suerte.                                                                       Es una cola larguísima, abultada en forma de pitón que se traga ilusiones, que esconde en su vientre tanta frustración, tanta tristeza , que quizás puede llegar a engullirse hasta nuestra esperanza en la mejoría.                                                                                              La lluvia cae emborronándolo todo, tapando los cristales de las tiendas que están a punto de abrir, violáceo el cielo y los futuros, las ruedas de los carrillos , enfiladas en marcha regia y soldadesca. Los pies juntos, los cuerpos plegados, las voces calladas y el ritmo fijo en un instante , en que sonó el clic de un disparador  , nos hirió los ojos y la realidad se hizo presente y fuimos carne de cañón, para plegar los pasos con los suyos y hacernos piel a tiras.                                                                                                            La gente no se moja porque vienen llovidos de casa, con el estómago vacío y las cuentas inciertas. No se moja la vergüenza, que ya se desterró a otras tierras, ya solo se moja la ilusión, el destino, las epopeyas que quedaron para vestir santos de comedia latina ,en puertas , casapuertas, de ojo tuerto de Polifemo.                                                           

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