viernes, 27 de marzo de 2015

ECOSISTEMAS


Los políticos se perpetúan como las serpientes. Transmutan la piel, pero no el alma, que anda empitonada en una silla. Visten galas moratorias y se cobijan en la ignorancia de los que no vemos, ni somos árbitros paritarios. Mientras,  los que andamos a dos patas, gastamos la vida en vilo, navegamos por negras aguas y vegetamos tras el cristal de una residencia de ancianos. 

Es clarificador ver los nubarrones pasar, dejando el aliento verdinoso de la marea, que va embutida en los cirros violáceos y la salada espuma. Es vivir no estar presente en aviones que se la dan y trenes que explosionan y cuerpos que enferman con dolor y batacazos electorales. 

Es alivio de cuerpo ver noticias y no ser protagonista de ellas, endiosarte en una butaca muy vieja que te hace la cama y te recoge y no martiriza tu espalda,  que viene ya vejada de cavilaciones y desasosiegos. Es morir sentir pasar el tiempo en la bravura del levante, en la arena de la marea baja y en los paseantes con perros. Juntos parecemos más, pero al fondo vamos solos, tanto como ese amigo cargado de perro, que con cara de infeliz, contaba sus desgracias amarrado al can, en el Marítimo, soñando con una bicicleta que le supiera a cincuenta euros. 

Los tiempos no están cambiando, solo los niños creciendo, los calcetines, agujereados, los libros en el mercadillo, los regateadores compuestos y sin paga y los funcionarios atascados, en su casillita de salida, hartos de dar la cara. 

Los parados se nos disuelven como azucarillos y los jerséis de la Rodríguez son deleite de labores varias, que debió ir al mismo de monjas que muchas de nosotras, que campamos por liberalidades y otros albedríos. 

No me entenderá ni mi padre con la lengua torcida y tosca, con el aliento fétido después de las elecciones y la resaca de no beber para no perder la locura. No me entenderán ni los que no me siguen, ni los que me clavan alfileres de ignorancia, porque entenderte no es amarte sino darte en la retaguardia, como el Grey de las narices, al que le faltan la hierbabuena y los garbanzos. 

Ecosistema de la Bahía, aguas de piel azulada sin sirenas, sino emigrantes, sin cantores de jazz sino negros embarcados sin boleto, que cruzan los mares para desventaja suya. Fronteras disolutas, guardias de quita y pon, funcionarios al fin que perecen de aburrimiento e inanición. 

Políticos reversibles, mayorías minoritarias y en mercadillos se tira la propaganda que podía dar de comer a unos pocos. Las promesas se las llevará el poniente que es frío y seco, malgastado y devorador de azoteas y quedará el mar intranquilo, la niebla puesta, el estrecho que aguarda para fagocitarnos y el voto del Cerro del Moro, entusiasta a los de Podemos. 

Luego se verá venir, dirán que lo decían las encuestas, pero nada será verdad, solo que los políticos de cualquier color persisten en su hipotética y que nosotros nos vamos por la cuneta.

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