viernes, 5 de diciembre de 2014

UN CUADRO


 Hace falta mucho talante, sin Zapatero, para mirar un cuadro de hace más de veinte años y no echarte a llorar. Veinte años en dos décadas, nos dejan el espíritu fuera de juego , las arrugas desmañadas y el trono por cabeza. Hay un nuevo Rey, una presunta imputada, otra divorciada y los antiguos señores, separados de hecho. Hace falta mucho apalanque para no dar un paso atrás y mirar de soslayo lo que ya no seremos , en una idílica estampa de familia bien avenida sin fisuras , ni escamas. Pero bien mirado , lo mismo el Rey dimitido lleva razón y sí que es un éxito porque se esclarece la estampa y solo vemos eso, lo que ahora tenemos. Los que no querían estar juntos ya no lo están, los que todos querían separados, juntos, el nuevo Rey solo y la infanta divorciada, estirada , segura de sí misma. Es un cuadro real, la realidad de ese momento revenida en los trajes, los zapatos, carne de cañón de museo de tarde de domingo, con colas interminables para verlo, porque el precio de entrada es cero.                                                     No quiso posar para Picasso, la Duquesa fallecida , como su antepasada desnuda y después las carnes zozobraron , si es que en algún momento fueron firmes, y las arrugas cundieron y los pechos desbordaron barricadas encorsetadas, pues iban por libre como las desbocadas volteretas de su dueña. No es alguien loado por sus correrías , más que si es hombre y afamado, por lo tanto ya hemos ganado, aún en lo malo, algo bueno. Y es que estoy optimista y la metafísica me invade y Ana Mato sonríe mientras le entrega la cartera a su sucesor, como no queriendo darla y pareciendo más bien que está dispuesta a darle con ella en la cabeza. Cosas mías , no me crean, que desarbolo amarras como el levante, colándome por las migajas de realidades alternativas. Hay quien no me entiende, pero no hay problema , porque siempre nos quedará un huequito de conciábulo y una noticia a la que sacarle mecha. No me quejo , declino en arameo que como está extinguido como las buenas costumbres y la cortesía, es lo que tiene, andrajos de realidad molida a flashes en un cuadro , que debió acabarse hace años. La cara de Antonio López sí que valía un reinado, cara de sabio bien arrugado, amalgamado con el tiempo, inmortalizador de vidas que pasan por el machaque de su estudio con desorganizado desorden. Dos negaciones son igual a una afirmación a tientas, a un laberinto lexicográfico, a una nueva vuelta de turca. Luego el cuadro se expone, la pared quieta y los antiguos señores se velan la mirada , al sucumbir de los flashes . La familia no está bien , ni el país tampoco, que no hay bastante balde para contener tanta gotera, ni noticiario que se precie que no saque por día más de dos corruptos. Todo fueran arrugas y tardanzas, como las de Antonio López.

2 comentarios:

  1. Este Antonio López está pintando un cuadro desde la perspectiva de la Puerta del Sol, en verano y a media tarde. Monta sus archiperres hacia donde ahora está el "árbol" de la lotería y allí que se congregan sus fieles que apenas le dejan ni moverse. Da una pincelada o dos por sesión. Demasiado poco me parece que ha tardado en este encargo.

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