Cuando leo según qué
noticias me acuerdo, porque brotan los silencios. Lo sé, es el duelo no
sufrido, la certeza de la pasada que nos hace el tiempo o que ya
definitivamente nos cercena el invierno. Que Prada tenga nueva novela, que sea
de épocas pasadas o de victorismos, con los últimos de Filipinas, me ha evocado
a mi amigo. Ganas me han dado de coger el auricular y colgármelo al alma y
preguntarle, cómo le parece que va la
plaza. A Ramón no le gustaban los toros en la plaza, aborrecía a los machistas
y odiaba a los pederastas. Recuerdo haberlo escuchado decir el primer taco
referido al asesino de MariLuz, que ni nombre tiene. Nos llevábamos bien por
una extraña conjunción astral en la que uno da y otro recibe , sin saber cuál
es cuál en cada momento. Pero tenía su punto débil y era la política, los
acontecimientos y verlos desde su perspectiva que a mí me llenaba de equilibrio
y seguridad , por ser tan contrarios a los míos. Aún así nunca peleamos, porque
cuando algo no me gustaba, miraba más la amistad y callaba y entonces él se
daba cuenta y se disculpaba , llamándose pesado. Le dije en vida todo lo que
pensaba de él y todo lo que significaba para mí , así que debía tener más que
pasado el duelo , porque además hace ya mucho tiempo , desde la no despedida. Pero
en estos días en que el cielo se empantana, los rayos de luz se van a la cama
temprano y el teclado se resiste, mi mano ansía coger el auricular , marcar un número
que ya no le pertenece y escuchar su voz cambiar , al saber que yo estoy al
otro lado. Las cosas que han pasado, los cambios políticos y los corruptos, qué
cantidad de minutos en línea nos habrían reportado, cuántas risas y cuántos
enfados , porque era visceral e idealista. Pero también cuánto pesar quitado,
cuánta sensatez en tantas cosas banales , que no podía hablar con nadie , porque
nadie conocía tan bien todas las aristas y todas las caras, pertrechadas, tras
mi estampa. Nadie nos conoce totalmente , eso lo saben bien en “barrio sésamo” que
te dicen aún sin aprender a leer que una misma persona es padre y es hijo, es
maestro y jugador de baloncesto, pero muchos lo hemos olvidado y nos afanamos
en ser, como en el face lo que siempre hubiéramos querido ser para que nos
quieran, para que siendo seamos, lo que nunca hemos sido. Dicen que la creación
debe ser una con ella misma sin importarle nada, pero a mí, me importaba él ,
no hacerle daño con lo que pensaba y me ceñía, me traspapelaba y eludía , para
no lastrar aún más una vida , ya tan apagada y quieta y sin embargo tan viva, tan
nueva y con tantas búsquedas , que ni una silla de ruedas , ni un respirador siempre
colgado de la mandíbula, podía mermar ni un ápice. No somos desechos por
desfallecer, ni maravillas por saltar a ratos, no por ir con corruptos,
corruptibles, ni por criticarlos, libres de culpa, somos los que somos en
nuestro interior, adobado de fantasías, de medias verdades, de mentiras
incuestionables y por qué no , de mucha verborrea que nos sale por las orejas
para inundarlo todo. Mi amigo se llevaba una semana para hacer un artículo que
era la mitad de la mitad de éste , pero que precioseaba durante esos siete días
para que los lectores paladearan las comas y entendieran el mensaje que llevaban
implícitos cada uno de ellos. Porque había que decir algo, había que transmitir
algo y que gustara, que hiciera sentir bien. Pero yo no me siento bien , porque
fallezco, se me hinchan las narices y no estornudo, porque no es alergia, es
asco, que es duro de decir, pero que llevamos atesorado, muchos, mucho tiempo y
que no reseca , ni curan los nuevos movimientos porque somos de raíz parada, ni
tampoco las ONG , porque somos de matriz solitaria. Estamos encadenados a un
cuerpo que no nos gusta , a una cabeza que no riela y a unas piernas que nos
duelen tanto que dudamos que lleguemos , como mi amigo casi a los noventa, por
eso no sanamos del duelo y no queremos hacerlo , porque nos esperanzaba su voz
y nos secaba las lágrimas . Ahora, en cambio, el auricular ya no da tono, y
tampoco nuestra garganta.
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