Son tiempos de
teleseries estos, en los que la realidad nos parece fantochada creada por un
guionista sin ingenio. Un politiqueo con corrupciones a destajo, unos
gobernantes que yerran más que hablan y los ciudadanos , a las puertas de los hospitales
o en sus casas, requemados de miedo. La tonadillera de calvario y su hija de
fiesta de pijama. Panderetas y castañuelas, a todas horas, que nos matemos a
trabajar o no, cobramos una miseria y nuestros hijos fuera deslomados y
nuestros viejos en la butaquita , alimentándonos con sus pensión , como si
tuviéramos veinte años. UN crio de once le baila al ebola y lo distrae, le mina
las ganas de exterminarlo, en este planeta que nos unifica solo por las
enfermedades, por las inmigraciones de muerte , no por horda atravesadora de
concertina, sino por vía misionero. Misioneros que ponen parches a la miseria,
ONG que son la última frontera en las familias desahuciadas por el sistema, por
los bancos, por el paro desalmado y los hijos en la chepa. Nos
piden solidaridad y más parece caridad a la antigua , cuando el estado de
derechos se queda seco de savia que inyectar a los más desfavorecidos de los
nuestros, porque se lo ha gastado todo en quitar telarañas a los bancos, para
que hagan más dinero.
El tío Gilito es el santo patrón de los muchos que han robado, estafado
y condenado, a la miseria, a tantos
otros , que, por perder , ya han perdido hasta la chaveta. Es vergüenza ver manifestaciones
por doquier, pero más aún con la que está cayendo no verlas, no gritar pidiendo
dimisiones o estar tan tranquilos a la espera que llegue el día de Halloween,
encargando un mes antes, en los chinos, el disfraz de los niños.
Los probables infectados esperan y el presunto pederasta demanda, que
estamos cerca del día de los muertos y ya la tumba nos habla. De tú a tú, nos
llama, la rutina de las puertas de los colegios, libres por fin de él, que
asustó más que el ebola, pero con la imaginación de los chiquillos que ven
presuntos por todas partes, en las rejas, y en las salidas, hasta con capa
negra.
Ya con el protocolo
del ebola, reformado y reconstruido, se
temen muchos que la ineficacia anterior,
haga andar a los infectados por las calles tambaleándose y vomitando
sangre, componiendo una teleserie esperada en su quinta temporada. Somos carne de cañón de
guionistas, personajes de premios de fantasía que echarse a la boca, porque no
hay materia gris que cien años dure , ni premio que no esté dado de antemano.
Es duro levantarse cada día y saber que el partido ya está jugado, que te falta
un soplo para que te saquen de él y que Casillas seguirá cobrando , mientras
que tú te darás con el ladrillo en los dientes, porque naciste García y los
dioses no te besaron en la frente. No eres bueno con la pelota, tampoco
haciéndosela a tus jefes, las oposiciones están en peligro de extinción y no
sabes ya cómo bailar el Azonto , para trabarle los pies al ebola social y que
una hipocresía consumada no te arrastre y te trague . Somos un país de
panderetas y castañuelas y tenemos lo que nos merecemos, a la hija de la
tonadillera en una fiesta de pijama haciendo el bolo, mientras su madre hace el
caminito de las muñecas de famosa, con la boquita de piñón, sin enseñar
dientes. Menos mal que si la civilización se extermina por el ebola, siempre
nos quedará gran hermano que como dice Olga
bueno, al estar libres de contagio, llevarán nuestra cultura a las más altas
cotas. Seamos pues libres todos de contagiarnos, de matarnos, de devorarnos,
libres de la presión mediática del qué dirán, del qué pensarán de mi y de qué
puñeta voy a hacer cuando los niños se vayan. Libres marujas para correr
destetadas, obesas y cansadas, libres los corruptos para huir con sus maletones
rellenitos de billetes de quinientos y los africanos nos subirán las
concertinas por la cara oculta de la luna y nosotros no tendremos los testículos
que tienen ellos , para cruzarlas y salvarnos.
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