Volver es empezar de
nuevo, dolerte el alma al plegarla y levantarte sin ser Lázaro, cada día. Ver
noticias absurdas , cuando antes veías arena matizada de sal y asfalto
reluciente y calores insospechados y ciudades estigmatizadas, en un sopor
estacional. Ni los
padres de Ashia eran verdugos, ni son ahora, héroes que sacarnos del mal rato
de tener que apechugar con que el verano se acaba, aunque no queramos. La prensa
persiste por la publicidad, por los patrocinadores y por el qué dirán , que hay
que estar informados con la que nos está cayendo. Pero la información es la
misma que hace que veamos villanos o héroes palatinos, la misma que nos da
cuenta de saldo o de débito, en nuestro zanjar diario de simplificar con un
bocata empapelado, en la mano. Son la cifras del paro, con todo , un desanimo
nacional , un buscar en la despensa y un dolerte, aún de vacaciones , con los
“pijomonos” de los canales de decoración, que se afanan en hacer parecer más
presentables mansiones, de muchos miles de euros , cuando hacen falta tan pocos
para surtir a los comedores escolares. Nos hemos
hecho de la peor especie conocida, de la de los idealistas ,esos que esperan dictámenes
de las Naciones Unidas y que pleitean
por sus derechos , aunque se les caiga la piel a tiras, porque lo otro que
queda es convertirnos, como en The Strain , en bebedores de sangre ajena, en sacadores de vísceras portátiles, en Ellos ,
que disimulan su humanidad , porque nuca la tuvieron, escondiéndose tras un
disfraz, que, en verano les cubre más porque hay verbenas, y ferias y
salutaciones y festejillos.
Es
una martirio volver, porque sientes las agujetas en las yemas de los dedos,
porque la palabra se te esconde y la realidad sigue ahí, puesta en fila para
que le pases revista y no quieres , porque te gustaría no tener nada que decir,
no poder quejarte y que las multas ciudadanas, esas que pagamos todos con nuestra
riñonada, no sirvieran para dar con los fondos , en paraísos andorrianos. Nos duele
la inanición de ideas, la retroactividad de la vida, la repetición de
estupideces y el venirnos abajo, como magdalenas mal cocidas. Porque estamos
hechos masa dura, masa de aporrear escaparates de oficinas de empleo, para dar
con nuestro currículo en la calle, tirado en barras, descatalogado y vencido,
como nosotros mismos , carne de cañón de multas genéricas y oscilaciones de
barómetros estadísticos. Estamos
entrando y ya deseamos salirnos de este mundo en el que mujeres, que aún no han
nacido , se preparan para el paredón de
que sus deudos las maten, de que sus fieles, las decapiten con cuchillos sin
filo, en el anonimato más feroz, sin protección más que de un pobre GPS que
clama por la proximidad de un asesino de una sola serie, donde uno más uno son
tres puñaladas, un atropello certero o una cremación, en lo mejor de la vida.
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