No somos los nacidos-
entre piedras ostioneras- abdicadores de voluntades, sino más bien obstinados y
capaces. Si no me creen , pregúntenle a Napoleón que se peinó los rizos de las
pestañas , con las incidencias guerreras , en el istmo. Somos de cabeza hueca,
pero revestida de piedra, porque provenimos de las entrañas de un tómbolo y no
me jodan el parafraseo, que no es lo otro, aunque también juguemos nuestro
destino entre las cuerdas finas del paro y necesidades, que ahuyentamos con
Carnavales y Semana santa. Somos prodigadores de cariño y por ello , pregonamos
nuestras faltas en cualquier lugar del mundo, que ya se sabe que un gaditano no
lo es menos por pisar con las chanclas la tierra, en que Jesús puso primero sus
huellas. Nos multiplicamos porque el calor lo da y la buena pringá y el lomo
con manteca, que ya no señoreamos en la mesa , porque el costo del jornal se lo
queda la incidencia de sellar con frustración, la cartilla del paro. Pero aún así mellados,
peleamos y no nos meten un gol , aunque tengamos las dos ancas rotas y los
botones de la solapa descosidos. No tenemos sueldos de estrellas, no firmamos
ejemplares en la feria del libro , ni nos siguen como si fuéramos gurús, miles
de señoras vetustas ,que ven en nuestros consejos savia viva para regenerar su
odio por los machitos toreros. Nosotros nos conformamos con una sillita de
playa que duré lo que la temporada, que aquí dura casi seis meses y se sabe que
Loreto Barragán la inaugura antes de que acabe Semana Santa y aún son los octubres
y ella sigue allí perenne, sentada echando raíces de algas, persistente. Y eso
nos enmarca, nos colisiona con las definiciones y nos hace charca de rana, porque
nos unifica en los raigones del alma, en esa callejuelas que la Zurita pone en
las fotos de estado y que muchos- como yo misma- pateábamos con tacones
desmochados , por tanto como andábamos, sin cambiar las tapas. Y es que se nos
sube el alma y se nos bajan los kilos , cuando notamos que la gravedad es lo
que tiene y que solo el mar acalla , porque reflota hasta lo hundido , aunque
no por desgracia el poderío de Navantia. Somos acero fundido, tirado en forma
de remaches , a las fuerzas que nos contenían, no nuestra ira, no nuestro
arrojo, no nuestra esencia, sino nuestra meta, de trabajar como fuera, que si fuéramos
futbolistas otro gallo nos cantaría, que nos partían las piernas , pero no nos
ganaban , porque entablillábamos la portería, enladrillábamos el estadio y
hacíamos perrerías como al retaco, que conquistó Europa, pero tuvo que acordarse
de nuestros cascos y todo por un Rey feo, gordinflón y retranco. Menos mal que
las cosas han cambiado y hemos aprendido, a no desmochar los tacones , porque
los llevamos planos, a saber perder partidos y dejarnos gobernar, solo por los
siete sentidos.
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