Odio las filas, por ver
pasar el tiempo a pies iguales. Son caras y son cuerpos, pero los impulsa la
desesperación y el miedo. Cuando en el Puerto se abrió la veda para contratar,
la gente se arremolinaba , dando vueltas a la manzana , a zancadas. Era de
viernes trece, verlos, agarraditos a sus papeles, con las manos sudadas y la
mirada baja. Ahora en Cádiz, igual, porque se abren plazas para construir lo
que sea , que lleve una peonada a casa, en una ciudad que tiene tantas
descalcificaciones dinerarias. No somos holgazanes ni pirados, no somos
anacoretas y sí fiesteros, pero sobre todo somos piedras ostioneras al sol de
la mañana, viéndonos envejecer de paro. Es miseria un pueblo tan abandonado
ahora, tan arruinado y desdentados sus filos , porque con sol y playa y
cervecitas, no se llena una despensa. Nos enguantamos en Semana Santa, nos
disfrazamos en Carnaval y en veranito, acudimos a los barecillos que pululan el
Paseo Marítimo y hacemos como que compramos, pero lo más paseamos, que los
niños no entienden que los euros se nos escurren de los bolsillos, que andan
con faldones agujereados. No sabemos de dónde sacan esas encuestas que dicen
que hay más trabajo. ”Será para ellos”, decimos mirando la tele del bar de
barrio, que acoge nuestras nalgas desesperadas. “Y bien que será para ellos”,
nos dice nuestro lado más cuerdo mirando a banqueros y políticos, porque el
otro , el lado fenicio y trapero, nos dice que agarremos, quememos y estafemos,
como hacen ellos. Estamos cansados y aún así somos uno de esos 780 guerreros
que van a combatir al paro , con dotes de albañilería y encumbramiento de
paletas, cinceles y niveles. Estamos tiesos y las hebras de los labios se nos
han hecho caramelo , de tanto hablar de ello, en cuanto nos alzamos de la
depresión que nos llega al cuello. Gracias que estamos en la Bahía, gracias que
tenemos el mar, como dijo un ilustre político, porque si no, nos suicidaríamos
, porque es esta vista la que nos extasía, para que se nos olvide que somos
jóvenes con ganas y no tenemos donde trabajar.”¡La madre que los parió a
ellos!”, se nos enreda en la cabeza, que nos engañan y se ríen de nosotros,
porque qué más da la playa , el calor o la gloria bendita de haber nacido,
donde lo hizo María, si no tienes ni para comer, ni para irte con tu María, a
perderte por los callejones con los bolsillos repletos. Odio las filas, como el
hambre, la muerte y la miseria, de ver gente joven, bien preparada, perdiendo
los pasos en las calles, en las plazas, desangrándose, sin gota de sangre. 780
voluntades y un solo destino, de afilarse el currículo bien y apostar por el
trabajo, que otra no queda aquí, donde el sol luce de plano y la cervecita está
fresquita y los camarones baratos, pero el paro asola, como plaga de apestados.
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