jueves, 29 de mayo de 2014

NO QUIEREN

   

El guardacoches del Hospital de Puerto Real, camina con dos muletas. Nada le vale la minuciosidad en el cuidado de los coches, ni el empujarlos con la marcha calada, para ganarse un mísero euro, porque renquean a dos voluntades, los muchos que aparcan sin estilo, sesteando un dinero , que no cambia de bolsillo. Haga sol o duerma luna, los pasillos de los hospitales, están en vela y las enfermeras cansadas y los enfermos abatidos y los celadores tristes y la cafetería en cola peregrina, que escamotean los centavos, regateándoselos a la cajera.  Tenemos tiña en el alma y nos pesa, como nos pesa el elegir y nos pesa enfermar y morir y lloramos de pena, no por nuestros muertos , sino por lo poco que nos queda de vivos. Vivimos en una constante lucha de céntimos de euros, de regateos constantes , de camas plisadas y turnos convenidos, con verbenas a puerta de quirófanos , porque los que nos duelen no salen, sino que entran , a borbotones de camillas. La unidad de recuperación es apeadero de trasiegos, de caminantes sin rumbo fijo, también de miradas que se pierden , donde la letras convergen formando un Quirófano, con caracteres restringidos. Es la enfermedad, una locura. La locura, un precio, y el precio de vivir , amar , por ser tan necio de no darte por perdido , cuando aún no estás muerto. Es el hospital , un viadero de voluntades, un voladero de ideas, un callar por no decir nada y un llorar y un clamar y un suspirar y un esperar , adobado por pasos blancos enchancletados , con barquillas zapateras, que lamen el suelo de cera , en mopa guarnecida. Son ventanas que dan a patios, patios que abren ojos a cielos y enfermos en uniforme de batalla con la vida , que miran por las ventanas. Son enfermeritos guapos, que se resisten al sexismo de llamarse enfermeras, enfermeras que sonríen y estudian , enfermos que ayer fueron de prácticas, enfermeros, y todos juntos, ponen la antena en el cielo raso , para terminar cuanto antes las prácticas , sacar el curso y marcharse fuera… Adonde sea, que haya algo que llevarse a la nevera. Se nos está yendo la arena , entre las grietas de los dedos, en los hijos que se nos hacen mayores, en las arrugas canas del cabello, en la amargura y el desamor, en los michelines del aliento. Y mientras , en el aparcamiento, el guardacoches mira sin verlos, a los que le pasan por el lado, sin apear, un euro. Entaconados, los muslos prietos, los cuerpos en alza, porque van de visiteo y los ascensores confluyen y vomitan paseos y pocas flores y menos regalos, que ya el céntimo está desprevenido y no hay que soltarlo , que, con unos pocos, se mete un café de máquina , en el burladero. Máquina de café, que entibia a los médicos, tras las puertas que separan , a los que esperan .

1 comentario:

  1. Duele la miseria empapada de esta visita al hospital que apenas puede ya dejar evocar la pena por la muerte y la cercenada vida.

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