viernes, 7 de febrero de 2014

INFINITA PACIENCIA

Llueve mansamente y sin parar, llueve sin ganas, pero con una infinita paciencia.             Como toda la vida, tengo ganas de atusarme las ideas, de romperme en dos y mirarme por dentro. Quiero ver si existe un universo donde mi carne maldita sea pasto de agradecimiento, en vez de cobardía de necios. Ellas pasan y no me ven, yo hago como que no las veo. Creen que estoy senil y loca, pero atino a discernir lo bueno de lo malo, lo gratificante de lo aciago y muerto,  porque yo soy eso, solo una voz que clama en el desierto, henchida de orines y excrementos.                                                                                        A lo lejos se oyen ecos de copla y tanguillos, gente que pasa y no llega, gente que hace su vida y me olvida, porque ya soy la nada perdida , entre muros obsoletos.                                                                     El contacto humano se me hace cuesta arriba y prefiero estar así, viendo la televisión, diosa estática y egipcia , que perdona a los demás la indiferencia,  que ella misma disfruta. Somos todos nosotros órdago de los cielos,  tufo de miseria , para ellas , que con sus batas blancas , dicen que velan por nuestra ausencia.  Cambian sus caras , por semanas, de turnos partidos , pero no cambian sus maneras, maneras suaves con la presencia de los de fuera, maneras bruscas, con la soledad de los de dentro. Hay horas prefijadas para todo, dobladas y planchadas con almidón , como la ropa de cama, que quema las escaras y hace salir la rebeldía, de un intento de grito o breve furia, que se quema en la debilidad o la vejez extrema.                                                                                               Llueve fuera, pero no lo oímos porque vegetamos, pasamos las cuerdas del reloj , sin que haya manecillas que nos limiten las ruedas. Rodamos de un lado a otro de la sala, llevados por sus ágiles manos, por sus batas blancas que no pesan y por sus caras ofuscadas. Queremos caber todos, debemos caber todos, en esta sala inmunda donde el televisor da las horas y los sueños de algunos se hacen realidad sin mañana. Estamos todos …los lisiados, los retrasados, los descerebrados y hasta algunos desgraciados, que –como yo misma-están aún cuerdos. Rodamos como las gotas de lluvia , hacia la oscuridad, lenta y trabajosamente, para irnos por el desagüe de la vida, por los ventanales que traen ecos vívidos de lo que se nos fue, vida de carnavales pasados, de fiestas grandes, de piñatas y casinos , con zapatos de aguja de tacón y fotos en blanco y negro. Algunos fuimos en esa otra vida, no esqueléticos viejos, transportados en ruedas hinchadas de tragedia, sino personas y no cosas, reflejos amados y no pañales expandidos, porque como la lluvia , caímos del cielo, trepamos por montes y laderas, hicimos agosto en nuestra piel y después viajamos hasta el infierno del mundo, envenenándonos  en amargos charcos , negros y viscosos. Llueven, sonoras gotas que atraviesan la monotonía y sin embargo la dejan quieta, bendita tragedia.


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