jueves, 23 de enero de 2014

QUIÉN FUERA


Salvamento marítimo nos viene a rescatar , porque andamos empantanados y tiesos. Compramos porque hay que comprar y vivimos, como siempre , por encima de nuestras expectativas. Llevamos a la prole a los extraescolares, paseando entre vagabundos que los niños identifican como invisibles , porque nosotros no los vemos. Hablamos del tiempo,  de la profesora de inglés, de los paseos trinitarios para perder chichas y de mil obviedades que esconden arrugas, trasiego de canas y mucha melancolía.                      El tiempo se nos sube por las pantorrillas y aupamos el empeine para no notarlo, camino de la senda de los elefantes, agotados ellos y extinguidos, por estos lares.                  Éramos lo mejorcito de la Bahía, de lo mejorcito y levantábamos la cabeza al levante, presumíamos fuera de nuestra provincia de lo que aquí teníamos, pero ahora, bendita proeza, las crisis nos han unificado y ni yendo a Gibraltar, ni pasando del Cabo de San Vicente , podemos ver otra cosa que ancianos vendiendo naranjas, a pie de carretera.        Si es fin de semana, la cosa se anima y el FMI nos da palmaditas en la espalda, siseándonos al oído, “consumid , estúpidos y vuestro país saldrá de la bancarrota”, pero si nos miramos bien los pies, veremos las medias agujereadas y rotas.                                                                                             Salvamento marítimo nos da la mano, nos aúpa en la balsa de nuestros sueños y nos da refugio y calor , para nuestros viejos huesos. Pero somos carne de camarones piratas , que anidan en las charcas saladas , que quedan en la bajamar , y el sol, aponientado, nos refleja en la cara , el salitre y los surcos , que dejó la arena.                                                                      La política internacional nos da igual , porque son los niños, el cocido, la mesa puesta, la gente que se sienta a nuestro alrededor y las charlas a pie de panadería, a la una y media, bien entrada la tarde , lo que nos interesa.                                                                  Quién fuera pescador de almas, para subirse a la chepa de una nube y trotar con la marea. Quién fuera tripulante de una balsa rápida, para encontrar vagabundos que quiere roer la profundidad del océano y no desarrapadas, comidas por la rutina que nos apresa, inmoviliza y cuece en sal, a la puerta de la vida , que elegimos como nuestra . No nos pesan las olas, no nos pesan las mochilas ajenas , no nos duelen los pies, hinchados por la espera , en esa patera que construimos con las llagas de nuestras manos, quemadas por la tarea ingrata de parir y dejar ir, abandonada la idea de llegar , en algo, la primera.                                                                                                                      Salvamento marítimo no nos llevará a tierra , porque navegamos aguas negras, profundas y quietas , pero no varamos, ni naufragamos, sino que sopesamos la luz de una vela, mirando ya sin ver más que las risas que nos contentan, madres de color blanqueado, madres de hijos que esperan, coloreados como los pétalos de una flor y aguados, por ser su destino, encontrarse con un rescatador , que le suba a una vida nueva.

2 comentarios:

  1. No creas, salvamento marítimo somos nosotros. Pero aún no lo sabemos.

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  2. Empezaré a pensarlo así, amiga, lo mismo , me ilumina los días

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