jueves, 30 de enero de 2014

LA BRECHA


Se abre entre nosotros una brecha que nos separa sin que nos demos cuenta, infame y sangrienta, porque disuelve la realidad entre los que pueden y los que no, que se están haciendo de pura piedra.                                                                                                                 En el colegio de los niños, este año, han cambiado a los protagonistas de la jornada de solidaridad y en vez de mandar para África, dinero , para hacer pozos de agua potable y medicinas, han pedido kilos de comida , para solventar la necesidad de familias , con sus niños estudiando , en este mismo centro.                                                                                      Y nos ha tocado y nos llega, porque ya están aquí, sin voz aflautada y tienen nombre y apellidos y están entre nosotros, porque no hay que salir para ver la verdad desnuda , que nos acecha.                                                                                                                      Es Elena con dos hijos y sin paga , trabajando a dos manos y sin poder llegar a fin de mes, quejándose de depresión y desencanto, sin poder trepar por la frontera lusa, hasta donde haya trabajo que saque a la familia de apuros,  porque no tiene con quien dejar a los niños , ni dobla bien el idioma de Shakespeare.                                                                        Es duro saber que se llama a esos críos pobres, porque lo son, pero ayer no lo eran, porque sus padres tenían trabajo y cotizaban a la seguridad social y vivían en una casa hipotecada,  que ahora , con suerte , disfruta otro infeliz con más suerte, en un precario alquiler, rezando a todos los santos para que no les falle y se la lleve por cuatro euros, el banco.                                                                                                                                              Se han hacinado estas familias de tercera categoría, en casa de abuelos mal pensionados , comiendo todos, no de la olla gorda, sino del caldo que la abuela hilvana , echándole toneladas de agua del grifo.                                                                                                             Son historias que me contaban los herederos de la guerra civil, que solo hace poquísimos años me escandalizaban y escarnecían , porque me parecía imposible que en mi propio país hubiera existido tanta miseria.                                                                                                                 Hay cada día más tragedia cercana, más agua para el puchero y más ruinas de locales vacios, con sueños destrozados y rotos , de pequeños empresario que invirtieron todo lo que tenían , dejando en igual crisis que la suya , a proveedores que cayeron y se hundieron, al mismo ritmo que ellos, por la infamia de hacernos creer algunos que todo estaba bien y que la economía funcionaba. Se echan, ahora,  la culpa unos a otros, ellos , los que salen en las fotos de portada  y aquellos otros que se llenan los bolsillos, con nuestra desgracia, que encima dicen que gastamos de más o consumimos de menos, cuando no hacemos otra cosas que querer trabajar,  cobrando mucho  menos de lo que nos corresponde. Son tiempos estos de pelear duro, de manifestarse hasta que nos dejen y de hincar dientes en labio para hacerlo sangrar, porque Elena se tambalea y con ella todos nosotros , que no somos más que espejo de su tristeza.

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