viernes, 24 de enero de 2014

EN EL KILÓMETRO 95…


…de la carretera a Algeciras, pasando el puerto del Bujeo, un autobús se incendió , por solidaridad con el Hum y todos los sucesos patéticos.                                                                 No hubo que lamentar víctimas, como en Gamonal , donde solo han quedado rotas las caras de Velmez , que están atadas a la piedra y por eso son más duras de lijar o entibiar por la vergüenza, que los culos que se repechan en un sillón  y no tienen enmienda.                                                                                Es difícil dimitir de un cargo autoimpuesto, pero lo ha hecho Moresco, comentándose por todo el Puerto, quién podrá igualar tamaño milagro, peripatético.                                         Son épocas de fenómenos extraños, parasicológicos, que nos congelan la sangre y nos hacen reverdecer esas historias de ET , que cabalgaba por los cielos, en una triste bicicleta. Son tiempos en los que Gibraltar consigue vuelos charter con Marruecos y carga de trabajo que era nuestra , y en cambio, en Algeciras, no pueden despegar los helicópteros, hacia Ceuta . Son tiempos de tanta precariedad laboral , que nos atontan desde los medios con noticias de tres al cuarto , como si fuéramos romanos de pega y nos gustara más un circo que una buena ejecución de tiranosaurio, con túnica inquieta. Es la lira de Nerón , llama de autobuses interurbanos, fantasma de pega donde los hubiera, gobernador nefasto y dedócrata . Estamos tan absorbidos, tan embebidos y no por la juerga, que no rulamos, no carburamos y tenemos solo la primera puesta , eso , si no se nos ha olvidado quitar el freno de mano y hemos arrancado , hasta con la manivela enhiesta.  La buena gente le pega a la solidaridad , porque pena por los demás , pero no me vale,  que estoy harta de que me digan que si me entero de algo o de que me pregunten qué pasara con las becas o si creo que se va a estabilizar la economía. Vidente es evidente que no soy, más bien agorera de tufos urinarios , que el otro día subí a los cielos gaditanos sobre las Puertas de tierra y aún me repele la nariz los aromas estancados. Y es que el orín identifica, posesiona y enaltece , igual que las pintadas, los desechos y las ruinas, de las que emergen los que apuestan , sin casi subvenciones y peleándose por casi todo, por poner unos metros de cristal y llamarlo comercio, ese término tan “gadita”,  que ya los fenicios lo acuñaban , en sus tráficos de tintadas. Les dije que eran tiempos de fenómenos extraordinarios, de sonidos extraños, de gripes corriendo las filas para llevarnos al otro mundo y ver si podemos volver convertidos en algo grande, gothstico y tremendo , para ganar todos los concursos de disfraces y sentirnos plenos , aunque sea en carnaval. Que la vida es muy larga y muy jodida y hay que adobarla de chascarrillos, de Libiadas, para endulzar el café , que las tortugas con bata blanca acechan y nos quieren llevar, en sillas de ruedas , hacia el último escalón, de la última casquería.

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