Cuando tus hijos se van
haciendo mayores, te das cuenta que la vida te ha inoculado el virus de la
vaciedad y tú has resuelto superarlo. No te has convertido en un zombie,
tampoco en un pasota y apagas la televisión cuando te sale de las narices,
hasta sin mando a distancia. Vas zapeando con cachitos de actualidad , de
concursos pactados, con caras famosas , hoy , que se hastiarán, pasado mañana. La verdad es que hasta Belén
Esteban , empieza a serte indiferente , con lo cual ya has llegado muy lejos,
al menos media vuelta de tuerca más , en tu cuello . Parece
que estás ahí, como un árbol de navidad tras pasarse las fechas y paseas siguiendo
tus pasos y sucumbes, en tantos empeños que ya ni los recuerdas, pero no es
así, porque los hijos te hacen fuerte, maduras y condicionan tu vida, aunque no
quieras. Te dan realidad de ver pasar fiestas de colegios públicos y acordarte
de los tuyos, confesionales a más no poder y se reverdece en los huesos, no la emoción , sino las ganas
de coger vacaciones, como si te fuera la vida en ello. Te haces más miserable y
más sano mentalmente, porque ves de lejos , con prismáticos de precisión, que
por algo cumples años, sin que las
eyecciones de las gaviotas te cieguen los ojos. Mis
niños, los que antaño pelearon por sus notas, por despuntar y ser vistos, ya
campanean en las ligas mayores, pero los chicos aún cantan seudo villancicos
laicos, en bilingüe , con un inglés de
película del oeste, filmada en Almería. Las
cosas parece que cambian, pero no , es espejismo de naufrago del desierto, que
quiere encontrar un oasis a toda costa, para darse cuenta- finalmente- que solo
llegará a Macondo , para casarse con su tía y parir el cerdito rabicudo que
destruirá la saga. Las
fiestas es lo que traen, recuerdos desvaídos de niñeces compartidas , de gente
que ya no está , entroncados en pensamientos estériles, que solo llevan a la
resignación o al llanto. La comida, el ruido de pisadas en centros comerciales,
su musiquilla barata, enloda , si es que existió alguna vez un justo que no
pecara, el pensamiento más puro que engendró alguien que dijo amar a los demás,
más que a su propia estampa. Los
niños cantan en inglés, mientras las madres recogen las notas y las esconden en
sus bolsos, porque no quieren que nadie sepa cuántas le han quedado, al
compañero de celda. Pero los niños lo saben y te lo cuentan y tú resignada, porque todo lo ves , como la gárgola vieja que
eres, asientes y nos das importancia a nada , porque los prismáticos te dejan
fuera, a miles de kilómetros de altura, rebasando nubes, de felicidad suprema, porque
llegan las vacaciones y manitas pequeñas dan calor a tu escamas y fuertes
abrazos, con mentones que ya se afeitan, vienen a tu encuentro entonando, no villancicos , sino un “¡Mamá ¡…que voy a salir
¿dónde has puesto mi camiseta nueva?”.
El tiempo pasa y a veces es difícil no perder de vista que una es persona autónoma e independiente. Pero lo somos. Las mujeres, digo. Los hombres no tienen ese tipo de problemas. Los hombres SON siempre, nosotras tendemos a ESTAR, aunque SOMOS. Somos cada una de nosotras, seres pensantes.
ResponderEliminarGárgola vieja, así me siento, contemplando la navidad, cada año más, como la celebración del Sol Invencible.
Salud, nena.
Salud para ti ,amiga, para que los demás hagamos lo que hacemos cuando te tenemos... disfrutar de tu compañía
ResponderEliminar