viernes, 13 de diciembre de 2013

LAS SIETE COLUMNAS


Cuando Manu Garro se fue, me confesó, que, en redacción, esperaban mi columna para ver cómo estaba de ánimo. No era cosa nueva, porque ya mi amigo Corrales, me llamaba algunos sábados por la tarde, cuando leía la columna del “información”, para decirme cómo podía estar tan enfadada. La mayoría de las veces no estoy tan enfadada, ni soy tan caustica, no al menos todo el tiempo. Tampoco tengo gripe cuando las columnas decaen, ni soy feliz como Fresita en Gran hermano , cuando escribo lo que mi sombra llama un “pufo literario”. Para escribir una columna, y perdóname Ramón que lo tuyo era arte en párrafos sueltos, lo que más se necesita es paciencia y saber sobrevivir, como en Walking Dead, en este mundo tan irreal que consiste en escribir , en 500 palabras, todo lo que se te ocurra , sin que el editor pase de ti o el patrocinador le dé una llamada , que dé con tus escritos en la calle.  Si no tienes padrino, mecenas o simpatizantes, estás en la miseria. Como sabrán , yo de esos lujos no gasto, lo más que tengo son algunos muy buenos amigos, en redacciones haciendo de todo para ganarse un muy merecido sueldo y entre los lectores, una lealtad y una elegancia , que me enorgullece sobremanera.                                                                                                Las columnas cuelgan, a mi me colgaron las de Muñoz Molina, mucho antes que le dieran nada bueno por ello y a su vez, como a él, las de Camba , que me hicieron desternillarme de la risa , decenas de años , después de que muriera. También me colgaron escritores a los que fui fiel en libros y más libros , porque abrir página era reencontrarme con un espacio protegido, conocido y querido. Hacer una columna puede parecer fácil, pero no lo es, no si se tiene oficio o se quiere hacer bien, como el bueno de Corrales , que se llevaba toda la semana en ello. En cambio, ya ven, siempre habrá quien vea esto como páginas sueltas, solo entretenimiento, abrir de boca y dejar de bostezar , pensando “vamos a ver lo que dice, la tonta ésta”. Quizás no sea nada malo pensar así, puede que no estemos aquí para remover conciencias , sino el poso del café , mientras el lector cambia la página del periódico y agria el gesto, leyendo las noticias.           Es difícil  encontrar afines y más si eres una vuelta de tuerca de los raritos, pero con esto, he conocido muchos , los he querido y los siento dentro. Se sienten , porque somos iguales en desigualdades, viscerales, todos pegados a una palabra, a un pensamiento y es hermoso verlos pegados, como yo me pegue muchas veces a un párrafo suelto y encontré calor del bueno . Luego un día les ves las caras y les escuchas hablar y te enrojece el sentimiento, te enrojecen las ganas y desearías abrazarles por dentro , pero solo vives para las palabras enlatadas y los párrafos sueltos.

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