La justicia es lenta, eso
no hay quien lo dude, pero en ocasiones gravosa, porque de qué otra forma la
podrían nombrar dos menores de las que, presuntamente, porque aún no hay
sentencia, abusaron sus familiares cercanos. Fiscalía,
no obstante, para cerrar –ya-el caso, intentó rebajar la pena que pedía, de 20
a 10 años y meterlos donde les corresponde, a estos padres a la fuga de
obligaciones, no de condominios de pernada. Hace seis años que sucedieron los
hechos, cuando las chicas tenían seis, al parecer en un voladero de niñas, “tu
coges a la mía y yo a la tuya”, en el sentido más sudamericano del término, con,
según cree fiscalía, la anuencia de las
madres. Desde
entonces la Junta tiene la tutela de las niñas, no el Estado la de los padres,
que es ahora cuando se encuentran con el
pastel del que dicen que no saben a qué sabe , ni en qué boca fue masticado. Las
menores, en cambio, sí deben de recordar bien todo lo sucedido, pero aún así, la defensa , que hace su trabajo, les
echa en cara que no saben bien lo que dicen, pues imputan a viva voz a más personas , como
vecinos o tíos cercanos. Entiendo que las cosas en justicia estén bien atadas,
para que no se impute a cualquiera y que la justicia debe ser para todos, pero
el testimonio de menores, reviviendo basura, a los seis años de sucedido , es denigrante,
no ya para la sociedad en la que vivimos, sino para todos nosotros como seres
humanos. ¿Qué habrán pasado en esos seis años, esas dos criaturas?, ¿les habrá buscado
la Junta un hogar de acogida?, ¿estarán en una centro? y sobre todo …¿habrán
sobrellevado el trauma de perder esos recuerdos infantiles que tanto atesoramos
y esa evolución en un núcleo familiar estable, que nos hace más o menos equilibrarnos
, en las muchas rachas que nos da la vida?. Cuando
Ricardi entró en prisión, siendo inocente, dijo que aquello era un infierno,
infierno prestado, porque no le correspondía a él . También dijo que aquello era
peor que estar entre fieras, pero era mayor, fajado y duro como una piedra , si
no , no lo habría contado . Pero esa frágiles criaturas, de seis años, que solo
buscaban apoyos familiares y que se les quebraron en la cara, ¿qué apoyo
encuentran en el sistema?, ¿a qué manos se acojen para tener estabilidad? , y
es más , ¿qué hacen los meses y los años, para cicatrizar heridas tan profundas,
cuando a los seis de aquello, en plena adolescencia, las vapulean con
declaraciones y preguntas de abogados, con juicios que a cualquier profesional
le abruman, más a niñas con tantas debilidades?. No es justo. Podrían haber
sido princesas de cuento de hada, podrían haber sido niñas de nuestro barrio,
niñas de colegio de nueve a dos, pero tuvieron mala suerte, porque los pajaritos
no les silbaron en los oídos, ni les
ayudaron a tender la colada, solo las canjearon, del una a por una, dos.
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