jueves, 4 de abril de 2013

EL NIDO LLENO


Si el lunes hace sol, entreveo la cabeza de mi vecino okupa, en la casa de al lado, sacudiendo sus sábanas, acabadas de duchar, en agua regateada a Apemsa.                              Se está haciendo invisible, son los tiempos y el que no hace ruido, ni se insinúa, cuando sale o entra y que el barrio se está despoblando , porque los inquilinos huyen a inmuebles más baratos.                                                                                                                       El argentino ya se fue, con sus tatuajes a otra parte y dejó la piscina sola, enrocada en sí misma, con el grito” el que no tenga tatuajes, no se baña”, desbandado y solo, de propia tristeza.                                                                                                                                              Se irá también Alicia, porque dice que no para de quemar madera, como los hermanos Marx, pero sin entrar en calor, que son casas antiguas y tienen los vientres secos, sin nada que dar, de amor placentero.                                                                                           Cuando se vayan todos , solo quedaremos el okupa y yo, porque él no se irá hasta que vengan los del banco y le cierren la puerta, mientras, sobrevivirá con sus alzamientos de manos , a la puerta de  la plaza de toros, buscando, como gorrilla, algún coche que aparcar.                                                                                                                                    El pinchamiento es lo único que lo desborda, en su metódica vida, como el otro día, cuando un grupo de chavales , lo quisieron empaquetar por haberles vendido mal género y lo corrieron a voces e insultos, sin que la sangre llegase al suelo.                                           Es lo que tiene la vecindad que mientras tú rebuscas en el vientre de la lavadora la ropa húmeda de los tuyos,  para exponerla al sol, tu vecino hace otro tanto, pero bajo techo, en casa sin ventanas , ni cortinas, solo barrotes y mucho socavón, tantos, que los días aguados, se le mete la tormenta entera en el salón y ve la lluvia caer, del mismo cielo, sin raso.                                                                                                                                       El okupa tiene una pareja, igual que yo, pero no hijos, porque ambos son varones y lo que la ley ampara no lo hace sin dinero y no hay vientres de alquiler para drogatas sin techo.                                                                                                                                       Sí tenían hijos los del “clan miracielos”, solo que no los disfrutaban más que en la orondez de la barriga, porque como vivían a salto de mata y en precariedad y con las manos por delante, apresadas, pues solo era parirlos y ya se los retiraban, y ellos, ausentes de prole, le daban una vuelta de cuerda más al tiempo y de nuevo engendraban.               Ahora andan desvaídos, con el patriarca en bicicleta , rebuscando en contenedores y el hijo mayor, el de las preñeces repetitivas, fugado o recluido, la casa desolada, más aún que cuando su propietario se fue con la deuda a otra parte y los del banco no echaron bien la llave y ellos entraron, arrasando con todo el hierro que allí quedaba.                             El barrio está en reposo, con nidos vacíos, enmudece patético y se reclina en aceras y asfaltados, en vecinas de toda la vida y okupas que cuando hace sol, tienden en el interior, al ritmo del viento.

2 comentarios:

  1. Esa es la parte de España que no aparece en los medios, quizá ni siquiera en las estadísticas. Esa parte que algún día llegaremos a creer que nunca existió y que sólo podrá rastrearse en blogs como el tuyo.
    Gracias, nena.

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