Una tarde terrible, de lluvias y vientos,
buscando una amapola para que los niños la agitaran , para festejar en el
colegio el día de Andalucía, recorrimos media ciudad, sin conseguir encontrar
nada que se le pareciera y que fuera de plástico. Cuando
ya desistíamos y volvíamos con las manos vacías, topamos con una tiendecita de
chino , que, en la puerta, tenía botes de plástico llenos de flores de muchos
colores y tamaños.
-Coge una que sea roja y se le parezca y ya está- le dije malamente
al padre de mi prole, porque estaba cansada de los caprichos de la señorita , de
las tonterías en general y porque tenía frio y quería volver al calor del hogar.
Al rato, se asoma a la puerta y me dice
-Ven …que te va a gustar una cosa
Estábamos mal
aparcados, pero no se veía a nadie, el paseo marítimo estaba vacío, la luna ya
plateaba y hacía tanto frío , que el pobre asiático, ataviado con la mejor de sus
sonrisas esperaba en la puerta , con carámbanos cayéndole de su afilada nariz.
Entre sin ganas para
ver un estilizado buda, pletórico de santidad, que mi pareja me enseñaba con una
sonrisa, impostada en la cara, de Heidi cuando veía a Pedro.
Vi a la pareja del asiático, tan mayor como él, ancianos
ambos sonrientes y con ganas de vender lo que fuera…
- Cómpralo -le dije, sin ganas
- Dicen que da mucha suerte, aseguró mi pareja, sonriente
Y los ancianos
asentían y uniendo ambas manos veneraban al Budita, inclinándose hacia delante.
Yéndome y viendo esa
paupérrima tienda, que hacia escasos minutos antes , de que entrase mi pareja, estaba desierta y casi a oscuras, con dos ancianos que debían estar en
cualquier sitio menos trabajando muertos de frío, consentí, suspirando…
- Al menos se la dará a ellos , que verán algo de ingreso en
esta noche de perros
A la seño no le gustó la amapola de los chinos , porque no
era amapola , sino clavellina y grande , a más no poder, y la devolvió, antes del
día de Andalucía, con la misma malaje
que hace con casi todo, sin que yo entendiese , cómo narices , en el patio de un
colegio, llevadas por unos niños de seis años, gritando “amapola, amapolita, ¿quieres
casarte conmigo?”, entre las manos, se podía identificar, que aquel florón, no era la susodicha amapola.
Ayer saliendo de la ciudad , me aparto , por instinto , de un
obstáculo que no veía, porque otros coches que van delante se apartan, en la
misma rotonda, bajo el puente, donde los
rumanos hacen vida diaria, aseándose como las ratas , que viven allí , con ellos , en las aguas del
río que vio caer grandes imperios y llevar oro a espuertas hasta la torre sevillana,
que no devolvía nada.
En esa salida multitudinaria, de fiesta, habiendo buen tiempo
y sol , que lo había mansalva, escabechados todos por coger mata de olla para
llegar primeros, un centenario abuelete,
delgado como una raspa de pescado, subido a lomos de una bicicleta tan onírica
como él, descansaba tranquilamente , en el quicio expuesto de esa rotonda, con
los coches apretándole las caderas.
-Suerte las hay y de muchas clases , pensé , sonriendo, pero
no siempre nos tiene que tocar a nosotros…a veces , nos basta con verla.
A veces también nos pasa que, estamos tan acostumbrado a tener la suerte de nuestra parte que no sabemos apreciarla.
ResponderEliminarBonita la entrada y el floreado.
Hasta ahora creía, no sé por qué, que malaje era masculino, siempre se aprende algo.
Tú eres una suerte de amiga
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