Recuerdo una noticia, hace ya bastante tiempo,
de que Prada, el que fuera premio Planeta, dijo haber sido víctima del robo de
su portátil, estando él dando una conferencia. El
hecho era normal, robos, había y hay por desgracia muchos, pero lo suculento
del asunto era que en el portátil estaba su última novela. No recuerdo bien
cómo acabó el asunto, pero sí sé que lo que se pierde tiene un valor añadido,
porque lo engrandecemos tras su desaparición, pareciéndonos la pieza más
valiosa de nuestra vida. En el caso de
Bárcenas, los jugosos portátiles, son dos y sí se sabe donde están, porque lo
han reconocido públicamente, declarando los representantes del partido del
gobierno, que están, bajo su tutela ,
porque se duda de que sean de propiedad del antiguo tesorero. Se
han puesto denuncias mutuas como los divorciados y tienen a los juzgados más
desvaídos que los colaboradores del “Sálvame”, que ahora andan más calmados
desde que Lidia lozano anda haciendo acrobacias y teatro, en las piscinas de” mira
quién salta”. A
mí una vez, de niña, se me perdió un bolso de Ubrique, que adoraba, de esos que
son de pieles de colores diferentes, enganchadas como un mosaico y que me había
regalado mi padre, totalmente impropio de mi edad, pero en el que metía de
todo, hasta una preciada radio, que me distraía cuando íbamos a pescar en
familia, a los espigones costeros. En
una de esas bocas de piedra, una tarde de primavera, aposentada leyendo, se me
resbaló el bolso y fue a dar , voltereta tras volteada, con sus pieles, en mar
abierto. No lo volví a ver y ya se imaginarán la bronca que me echó mi padre, que
me había dicho mil veces -con razón- que eso pasaría. Siempre, a lo largo de los
años, imaginé volver a ver aquel bolso y su contenido, refugiado de la salitre
y la podredumbre , que le habría regalado la mar, con sus imperecederos tesoros
dentro. Supongo
que Bárcenas también sueña con ver sus ordenadores de vuelta, porque guarda
tesoros dentro del ombligo de esos portátiles, como puede ser música, como yo
guardaba mi pequeñita radio o restos de dinerito, como yo guardaba pesetillas
en un mini monedero y puede ser también, que otras cosas de poco valor para
algunos, pero que seguro son , para el que las atesora, de inigualable
importancia.
Como trabajo el cuento, no sé si Prada encontró esa novela a medias,
porque tenía copia, si hizo otra novela empezando de ese hecho o si todo era
producto de una estrategia publicitaria. Tampoco sé qué interés puede tener un
partido en el gobierno, en unos
portátiles, que se suponían de un señor, que estaban con las cosas de ese
señor, pero que no se devuelven, porque dicen no estar seguro por completo de
dicha propiedad. Lo que sí sé es que mi bolso no regresó nunca, ni vino nadie a
devolverlo, ni la marea, ni la resaca, ni la madre que las pariera.
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