Un perro vagabundo
llevando un trozo de pan en la boca es la metáfora perfecta de lo que andamos
viviendo. En la panadería está mañana no había bollos industriales, ni tampoco
patatas fritas, de esos que compramos las malas madres cuando nuestros niños
los piden, para el desayuno del colegio. No los había, porque las dos mini
empresas que los suministraban, han quebrado, han caído en la cuneta de no
poder pagar más, de no poder abaratar más los precios, yéndose a la temida
ruina. Estamos
cayendo todos, hasta el perro del mendrugo duro, atrincado en las fauces secas,
hasta el emigrante, rara avis, ya, en estos tiempos, que vaciaba su saca para
ganarse unos centavos, con el paseante oficio del buzoneo. No hay arte ni parte
en buscarse la vida en la cola de parados, ni en manifestarse para que no te
oigan, ni pensar en Urdangarines o Barcenas. No hay arte, porque se nos han
secado las lagrimas y las panderetas están, todas, rotas. Dicen los del lado
oscuro de la fuerza que hay que apretar más la reforma laboral, creemos que por
el lado del desempleo, pero mejor sería ponernos en el precipicio donde los
espartanos sacrificaban a los recién nacidos que no servían para el combate y
decirnos que diéramos un paso al frente, sin mirar hacia abajo. Mientras , hay
quien envidia los úteros somnolientos, quien se atreve , desde un centro de
salud a decir tú sí y tú no, dispensando conciencias, conciencias que en este
país están llenas de miseria, de gente que clama y no es escuchada y gente que
maldice en arameo , porque otros los envenenan y aplastan, para mayor
cachondeo. Ahora se pacta y se llega a acuerdos, acuerdos que marcan
voluntades, voluntad de urnas, de votos que se van volando , porque nada nos
ilusiona y todo escama. Los grandes corruptos, como los dinosaurios, están en
el punto de mira, pero tememos que faltarán miles de años para que se dé su
extinción y que , mientras, como aquellos , éstos se harán más y más grandes,
más y más voraces, fagocitándose unos a otros, ramificándose como la escoria
que son. Cuando un perro famélico sonríe por un bocado de pan duro, cuando a tu
vecino lo desahucian o no puedes pagar la luz, el mundo se desmorona por
entero, los cadáveres sirios emergen de las aguas estancadas, los jóvenes brasileños
se abrasan en las llamas de la incompetencia , la justicia barrunta y las
folklóricas esperan, con cara de compungidas, que pase el temporal para volver
a hacer galas, para vender en el “Hola” el suplicio y contarlo en grandes
titulares , que compraremos y veremos en las telebasuras, pan y circo, que nos
dan a mansalva para que calmemos el hambre de justicia y la sed de verdades.
Estamos cayendo todos, pero no nos damos cuenta, en nuestras pequeñas parcelas
acotadas , en el olvido, de taparnos los ojos como el caballo del picador para
no ver nada, para no tener miedo.
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