jueves, 22 de noviembre de 2012

QUÉ DIFICIL…


A las seis suena el despertador del mayor. No hace ruido al levantarse y cuando me doy cuenta ya ha salido a la vida. Me estremezco y doy por perdido el sueño. Me refugio en el ordenador, en su teclas secretas, hasta que aparece, pasado un tiempo, una cabeza lanuda que se mece ante mí, somnolienta. “Es demasiado temprano para que estés levantada”, le digo en tono de queja tenue. Se acurruca en mí, suspiro y , con dificultad, vuelvo a las teclas del ordenador que hoy son prometedoras. El escrito evoluciona favorablemente , cuando siento otra cabecita gemelar que se ríe y me empuja.”¡ Tú también estas levantado!”, “la hermana me ha desperrtado”, gime embromado. “¡Ay , ay!” me quejo, “qué par de tiestos”. La casa se estremece a latidos y el agua corre y la cisterna se encabrita, la cocina se despereza y yo sigo , oídos sordos, ante el escrito, que se revela como una fotografía antigua desprendiendo colores, formando trazos y reviviendo personajes, que ni ensueños pensaba que estaban ahí . “Mira”, siento de nuevo a mi lado y es un Nenuco pelón , desnudo y enchurretado, producto del amor incondicional de una niña de seis. “¿No deberías dormir más?, estás hecha una flacucha”. Al instante de decirlo sé que he dicho una memez, pero es una memez de madre, madre que escribe para más inri y que debe decirlo…”que estoy escribiendo”,”¿ ves que estoy escribiendo?” o “¿mamá a que se dedica?”, cuando el Nenuco vuelve con un mulatito y una aria regordeta, todos acunados en los delgados brazos de la menor de la casa. Y es que es difícil saltar a la comba con la vida, mantenerte a flote como los salmones, sabiendo que subes la cuesta , que desesperas la vida en el empeño y que te despeñas en años, cumpleaños, nenucos que quedarán olvidados y regalarás a Caritas para que otra niña , quizás lo quiera tanto como la tuya. Los pasos del mayor ya se han perdido en la niebla y lo ves en tu imaginación pasando las hojas virtuales de su atlas de anatomía, en el portátil que su padre le regaló en una promoción de esas de puntos de periódicos. Le sientes aún en la distancia, les sientes a todos ellos que son trozos raspados, escoliados de tus vertebras , de tu cuerpo, no virtual, que se te ha ido por ahí con otros ojos para mirar, otras piernas para correr y otros cerebros con los que pensar y sacarse ideas de la cabeza. Es difícil soltar amarras y dejar a los veleros hinchar sus velas y ponerse a la mar, hacerse a ella y pensar que pueden naufragar ,porque la mar da más coces que las burras en celo y que ni tú que eres avezado marinero sabes muchas veces como capear el temporal. Pero confías en el velamen, en la mar serena, en el viento en calma, en la proa mirando al horizonte y apagas el ordenador, porque ya sube la marea.

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