Intentamos criar a
nuestros hijos lo mejor que podemos. Queremos hacerlo, pero nunca encontramos
el libro que nos diga la fórmula secreta,
de cómo conseguirlo sin meter la pata, sin hacernos o hacerles,
daño.
Los
niños los tenemos porque nos son regalados y creemos que la vida siempre será
igual de perfecta que cuando se nos meten en el costado y nos abrazan con manitas pequeñas y nos
dicen un tímido” te quiero”. Pero luego esa misma vida , disfrazada de perra,
te esconde su lado bueno y te enseña los empastes podridos , cuando ves que han
crecido y quieren sacarse, como los perros recién bañados, lo que les pesa de
encima de los lomos. Y les pesa mucho, no hay duda, les pesa que te entrometas,
les pesa que les digas qué hacer o peor, mucho peor, qué cosas no deberían
hacer. Por ejemplo… salir con gente que les dobla la edad o que no deberían estar
con niñas , que no han terminado secundaria. Almudena, reposa en el camposanto
porque no escuchó a mamá, no vio por los ojos de mamá que habían masticado
mucho lodo y se creyó que podría -ella sola- hacer frente a la muerte que la
esperaba para llevarse su esencia, su propia vida . Almudena ha pagado
una condena demasiado grave para su pobre falta, porque ya nunca terminará secundaria, ni irá a una
hipotética universidad, ni tendrá hijos con los que sufrir, ni vivirá para
contarle a sus nietos que una vez tuvo un noviete mayor de treinta , cuando
solo era una chiquilla y quería demostrarle a la saga de mujeres que la criaban-
madre, abuela y bisabuela- que ella podía sola con todo , porque era muy lista.
Los trece años de Almudena le han pesado como una losa, le han valido pena de
muerte sentida y han clavado los puntales de su tumba, porque la legislación
cayó, las denuncias callaron y los ojos no vieron que era una blasfemia que una
niña pequeña, sin formar , estuviera los días perdidos en brazos de un hombre
hecho y derecho. Su madre conjurará a los demonios y buscará culpables que
sellen su corazón rebosante de amargura, pero no encontrará más que la nada y
la vaciedad, que son el segundo y tercer nombre de la muerte. Se amarrará a los
retratos de su hija, siempre idénticos y sin lacra, más que la de los besos de
madre, embabados por las lágrimas. Se dejará perder, muerta en vida , por la
desgracia de repetir errores, de no querer escuchar, a abuela y bisabuelas ,
mudos testigos, resentidos, palpadoras de tumores en lineal hereditario, tras
las cortinas de cuentas saldadas con la vida, en una retahíla infame de
desgracias acumuladas. Dirán que nunca la olvidarán en carteles pegados a las
fachadas, pero les lloverá el olvido y se despegarán y seguirá el pueblo con su
historia pasada y seguirán ellos hasta la muerte que les halle, los padres de
él, el innombrable y la familia de ella, drama de la España sin marca, que
marca a los suyos con saña.
...Destelleo seguro, constante, mágico, se teje al rededor de la familia, como tema, como experiencia..narrativa pudiente y agradable, gracias por invitarme....
ResponderEliminargracias a ti amigo, por estar ahí
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