Paco Artola nos ha dejado en su última batalla con la vida. Grande como el sol y el mar, grande como sus paseos prohibidos circundando el Puerto de Santa María con compañeros comunistas, queriendo arreglar un mundo hostil y cruel para muchos.
Hijo de viuda, de fusilado por los franquistas, hijo primero y mayor de edad , obligado a sus ocho años, para poder trabajar y ayudar a una madre que ya nunca sería la misma, retornándose temerosa y sombría, como la prisión del padre o la certeza de su muerte.
Conoció el dolor en sus carnes, el fuego del rencor, pero no lo llameaban sus ojos, porque solo la templanza y la tibiedad eran lo que su azul grisáceo destilaba a poco que los mirases.
Caballero andante de causas perdidas, buen orador, compañero honroso, amante esposo y sufridor de los mil males que regala una limpia conciencia.
Te has ido amigo, como viviste, en paz contigo mismo y entre tus más fieles.
Reposa guerrero junto a tu amada, a la que nunca quisiste olvidar y pelea por nosotros en otras tantas guerras, que nos dejas cuando más necesitamos, a los mejores de entre los nuestros.
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