viernes, 14 de septiembre de 2012

CHANCLETAS CERCANAS


El pollo del Wok tiene una pinta de tristeza que me impresiona, tanto o más que la fuente con los peces huérfanos o el rojo exuberante de las paredes. No es moco de pavo, la mala hostia que gasta el cocinero, ni el español de cuartos de hora con el que no sabes si te está diciendo que te sientes, que recojas el plato o que te vayas a hacer puñetas.                                                                                                                                    Las camareras originarias son eficientes, aunque insípidas y el español que fregotea habla un cantonés que da grima.  Quizás todo ello sea porque nos hemos achancletado con la jodida crisis y no sepamos cómo levantar cabeza y ya en lo único que pensamos es en agacharla cuanto más mejor.                                                                                      Pocos son los valientes guerreros que a las puertas de sus centros de trabajo van con camisa negra por la decepción, por las extinciones de pagas, por los recortables de Mariquita Pérez, que nos hacen tragar hasta con el cartón del envoltorio y por la lluvia de desahucios que pueblan el panorama con nubes ácidas de mierdería.                                                                                                                                                                 El marido de Montse, Pepe para los conocidos, se afana en buscarse la vida de vigilata, cuando antes ganaba “los ojos en blanco de ella, cuando lo comenta”, trabajando en una obra, detrás de otra. En cambio, vueltas que dan las tortillas hechas con huevos marianos, ahora se contenta con rebuscarle los bolsillos a los clientes de un supermercado para sacarles- de ellos- lo que no han pagado.                                                                                                                   Dicen que hay de todo , como en botica, no en los estantes del supermercado, sino entre los afanadores, ancianos, niños y enjabonadas matronas que en tiempos mejores se perfumaban el cuello con armanis y diores.                                                                                                                                                                         La vida se nos ha aplanado, picareamos porque nos va la vida en ello y la sangre mezclada de fenicios, árabes, romanos rejuvenecidos y judíos reasignados nos da alas para encontrar el camino de sobrevivir a lo que sea. Ya hasta entendemos de economía , que cosa más difícil no se ha visto, y  en cada corrillo que se precie, hay un entendido de a pie, que pregona que podría sacar a España, marca con copirrai, de la crisis en cuanto nos lo propusiésemos.                                                                                                                                   Las chancletas nos resuenan al pisar en el wok y es que somos los que fregoteamos el suelo , dando las gracias al gato que mueve la pata, porque tenemos ese trabajo y nuestra pareja es la que repone los estantes en las tiendas de a veinte duros, macro supermercados con sartenes junto a pañuelos o papelerías por pasillos completos. Somos los tiesos más tiesos de los tiesos, lo más gadita, de lo gadita, del semen primigenio de los fenicios, de los que las maris se iban a las termas con los romanos, de los que se les pegaban a las manos las ánforas griegas, así que subsistiremos, anclaremos nuestra bandera en alguna roca ostionera y no miraremos de frente al sol, porque el muy hijo de su madre, ciega.

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