El pollo del Wok tiene
una pinta de tristeza que me impresiona, tanto o más que la fuente con los
peces huérfanos o el rojo exuberante de las paredes. No es moco de pavo, la
mala hostia que gasta el cocinero, ni el español de cuartos de hora con el que
no sabes si te está diciendo que te sientes, que recojas el plato o que te
vayas a hacer puñetas. Las camareras originarias son eficientes, aunque insípidas y el español
que fregotea habla un cantonés que da grima.
Quizás todo ello sea porque nos hemos achancletado con la jodida crisis
y no sepamos cómo levantar cabeza y ya en lo único que pensamos es en agacharla
cuanto más mejor.
Pocos son
los valientes guerreros que a las puertas de sus centros de trabajo van con
camisa negra por la decepción, por las extinciones de pagas, por los
recortables de Mariquita Pérez, que nos hacen tragar hasta con el cartón del envoltorio
y por la lluvia de desahucios que pueblan el panorama con nubes ácidas de
mierdería. El marido de Montse, Pepe para los conocidos, se afana en buscarse la
vida de vigilata, cuando antes ganaba “los ojos en blanco de ella, cuando lo
comenta”, trabajando en una obra, detrás de otra. En cambio, vueltas que dan
las tortillas hechas con huevos marianos, ahora se contenta con rebuscarle los
bolsillos a los clientes de un supermercado para sacarles- de ellos- lo que no han
pagado.
Dicen que hay de todo , como en botica, no en los estantes del
supermercado, sino entre los afanadores, ancianos, niños y enjabonadas matronas
que en tiempos mejores se perfumaban el cuello con armanis y diores. La vida se nos ha aplanado, picareamos porque nos va la vida en ello y
la sangre mezclada de fenicios, árabes, romanos rejuvenecidos y judíos
reasignados nos da alas para encontrar el camino de sobrevivir a lo que sea. Ya
hasta entendemos de economía , que cosa más difícil no se ha visto, y en cada corrillo que se precie, hay un
entendido de a pie, que pregona que podría sacar a España, marca con copirrai,
de la crisis en cuanto nos lo propusiésemos. Las chancletas nos resuenan al pisar en el wok y es que somos los que
fregoteamos el suelo , dando las gracias al gato que mueve la pata, porque
tenemos ese trabajo y nuestra pareja es la que repone los estantes en las
tiendas de a veinte duros, macro supermercados con sartenes junto a pañuelos o
papelerías por pasillos completos. Somos los tiesos más tiesos de los tiesos,
lo más gadita, de lo gadita, del semen primigenio de los fenicios, de los que
las maris se iban a las termas con los romanos, de los que se les pegaban a las
manos las ánforas griegas, así que subsistiremos, anclaremos nuestra bandera en
alguna roca ostionera y no miraremos de frente al sol, porque el muy hijo de su
madre, ciega.
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