sábado, 26 de mayo de 2012

CÁRNICA DIFERENCIA






Viajar con niños tiene lo suyo, pero si le sacas provecho, lo mismo no es igual.

Los míos, como los de todos, preguntan como el burrito de Shrek, cada dos por tres , “¿cuándo llegamos?”, pero otros , como los de los que han detenido en Huelva, con casi nueve kilos de cocaína, en su poder, son escudos estudiados de normalidad.

También lo eran los críos que el otro día acompañaron a su padre , sin saber de qué iba el rollo, en la trasera de coche, a ir repartiendo la droga, que suministraba, entre sus contactos, encontrándose la guardia civil con el paquetillo cárnico, en plena vigilancia y posterior detención, del paternal objetivo.

Y es que los niños nos imitan, obligados por las circunstancias de ser nosotros sus madres o sus padres y después siempre les toca el número en la lotería, de las idioteces que hacemos.


Se podía leer y ver en prensa hace nada, en la portada de un rotativo, las declaraciones de Rouco , ante un retablo encapotado en oro y lienzos dignos del mejor de los museos, de que si a la iglesia se le cobraba el IBI, fallarían los fondos para Caritas, pero , en ese mismo rotativo, en la columna de al lado, se decía que en Andalucía , Unicef, había dado el dato de que más que nunca, ahora, los niños , nuestros niños, pasan hambre.

Los niños no deberían pasar hambre, nadie debería pasar hambre mientras se idolatra tanto oro y tanta fortuna, mientras los ricos se multiplican y algunos hablan de los gastos, por miles de euros.


Nos están obligando a recortarnos los sueños, pero no pueden recortar el pan de nuestros hijos, no deben, ni queremos que lo hagan, cuando los bancos no reducen ni el aire acondicionado de sus oficinas, los políticos siguen con sus enormes gastos de dieta, los altos gerifaltes hacen cursos muy bien pagados en paraísos vacacionales y el mundo solo se ha parado en los hobbits desgraciados , que no sabemos a dónde vamos a ir para que no nos cojan y nos aplasten los orcos .


Decían que la clase media estaba acabada, pero lo está el crecimiento, porque no se crece con poderosos gastando a mansalva , sino con el ahorrador, con el medio pelo, con la señora de la bata de pirineos o la que va una vez , cada dos semanas, como mucho, a la peluquería. Se crece con el carrito de la compra lleno , con tomarse el cafelito de las doce o la copichuela a la puerta del bar de Pepito, con la partidita de mus, con los viajes de los jubilados, con los cumpleaños de los niños, con tantas normalidades, que perderlas, nos condenan a la cárnica diferencia de sentirnos paquetes en la trasera de un coche , llevados de aquí para allá , por alguien que está sacando ganancias con nosotros, pero que, cuando lo cojan, nos arrastrará a su perra suerte, no porque nos lo merezcamos o lo queramos o hayamos contribuido a ello, sino porque estábamos allí, como marionetas, sirviéndole de escudos de estudiada normalidad, para hacer sus

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