viernes, 2 de diciembre de 2011

TRAMOS ABANDONADOS

Gómez Rufo preguntaba en el face de qué nos arrepentíamos y lo más claro es que nos arrepentimos de todo, porque somos como tramos de carretera olvidados, obispos píos en residencias de ancianos, cuando en la vida anduvimos, vimos y reptamos, cuando no pudimos ponernos de pie.

Ahora ya castañeamos en los dientes la crisis y se nos ha hecho turrón del duro porque la hermanamos con los pensamientos, cuando echamos la cabeza en la almohada y no nos deja ni dormir. Las cosas han cambiado y muchas casas son ocupadas por rumanos, por ocupas disfrazados de hippies en negritud gótica y coletas a lo mohicano. Las compras de Navidad se dispensan sin papelito papal y los disfraces de los niños para la función del colegio se prestan , porque estamos retornando a los tiempos en los que las mujeres en sus casas cosían y echaban un sueldo, al puchero común, con lo que fuera.

No hay que desandar mucho la vista atrás para acordarnos de cuando en las casas las mujeres y niñas se reunían en torno a manualidades, que traía una oscura furgoneta sin logotipo de fabrica, ni de nada y que depositaba en cada casa , para volver cuando el trabajo estuviera hecho. Trabajo de manos ágiles, diminutas, por el que daban entonces pesetas lustrosas , que arrimar al ascua del sueldo escaso de un obrero, que se partía las espaldas y luego decían , a voz en grito en los mercados, cuando no había en los campos faena, “vendemos por la mañana, lo que por la noche robamos”, enseñando naranjas o patatas o lo que fuera.

Decían el otro día los inspectores de hacienda, y quién mejor que ellos para decirlo, que este país está lleno de gente sumergida, de tramos olvidados y rotos, que se suben en un coche y los llevan a ninguna parte, a una obra ilegal o a un trabajo que se va a pagar a plazos perdidos y después la obra se encharca o el trabajo se acaba y los plazos de la hipoteca suben y el que se reía de todos porque había hecho el negocio del siglo tiene que salir con sigilo , porque los del banco lo echan y se meten los ocupas y se arma la juerga de noche y de día y los vecinos están jorobados y la gente se queja y nadie parece que escuche más que Dios que está-perpetuamente- aburrido en las alturas.

La crisis nos va a marcar como a reses bravas, como a cabestros predestinados a someternos o a correr idéntico destino de los que mueren en la plaza a salvajadas que le llaman arte y que retransmiten porque es mejor circo que pan, ahora telebasura, y ver las penas de otro llorando por seis mil euros , que acordarnos de nuestra propia miseria.

Nos creemos que resistiremos y solo somos polvo abonado al olvido, tramos olvidados de carretera a los que se les fue el alquitrán con el sol a plomo, con las ínfulas de deseo de ser algo más de lo que éramos, con mentarnos dioses y levantarnos, arresacados, reviniéndonos mortales , hastiados de pisar estiércol.


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