miércoles, 21 de diciembre de 2011

EL PLAN




A mí me asustan, me asusta la gente que dice que tiene un plan, porque me suena a gafe, a gafe el decirlo en voz alta, como el abrir la puerta del horno cuando está subiendo la masa del pastel, porque inmediatamente, la muy puñetera, se chafa.

A mi hijo se lo digo, después de preguntarle cómo le ha ido un examen y antes de que me conteste, que ya le he gritado,” ¡no digas que te ha salido muy bien y espera a la nota!, porque se gafa”, dejando a la criatura con dos palmos de narices y mirándome pensando, el crío que es listo, mi madre está como una chota barquera…

Yo en el gafe o lo gafado no creo, pero que los planes se chungan sí, porque parece que el destino, la bruja de la escoba o quien sea- puede que hasta ese que el otro día me pedía amistad en el face haciéndose llamar Satán, el diabólico o algo así de macabro, creyéndose el angelito “negro” que le iba a aceptar- están ahí , solo para hacer que nuestros planes se vayan al traste.

Si no, cómo sería que el pobrecito de mi suegro, que gozaba con hacer planes para él mismo, para su futuro o para sus hijos, no consiguiera ni que uno solo de ellos, saliera a flote.

Y después se quejaba y yo le decía que si no se pude hacer planes con uno, porque no salen, a más que pongas empeño, imagínense con los planes para los demás y él suspiraba, lastimeramente, empezando esa frase repetitiva que decía …”pero yo creía…”, porque muchos creen , creen que la era cambiante ya está ahí , porque les hace falta creer y la bolsa ha subido y parece que las espaldas se enderezan y tenemos hijos o trabajos precarios o las dos cosas y ganas de volver a escalar, de volver a sentirnos importantes y hacerles la señal de la cruz a los americanos, crujiéndoles en los mercados , las dos piernas, con el sobre- valor de euro.

Pero los planes se chafan, por eso lo mismo el gallego calla y va dando pasitos de oca, despistada, de oca tranquila, que aguarda a que los demás le den la mano y lo feliciten -uno tras otro- del poder de tener, de no necesitar , porque el parlamento es lo que tiene, que no conoce el paro en sus escaños, la mala leche sí, y el miedo a perder el puesto y la saña y la envidia, también, pero el paro no, ni la necesidad , porque llevan llenos los bolsillos de las chaquetas, con sueldos que pagamos el resto de los que no estamos allí, sino en nuestro trabajo, en nuestra vida rutinaria y penosa, mirándolos por la tele, pensando si lo hemos hecho bien al votarlos y llenándonos la boca y la mente con el plan infinito , que consiste en pasarlas canutas para volver a ser , no lo que éramos, sino lo que fuéramos, que si lo piensan bien no es lo mismo , pero se le parece.

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