viernes, 25 de noviembre de 2011

TÚ SÍ ME MATAS

No creo en las estadísticas, que, por no creer , ya ven que no creo en la mitad de las cosas, pero sí creo en la gente, en los que van a pie por la vida, dándose baquetazos y saliendo malheridos , pero no rotos.

Definitivamente, creo en ellas, que, apuñaladas y vencidas , aún claman justicia, sin día en el calendario, sino rojez de cuerpo y mente, vilipendiadas y ajadas, por el hombre, que decía que las amaba.

No creo en las estadísticas, porque envuelven a las víctimas, las hacen aún más número y menos humanas, y sus vidas y sus penosas muertes, se superponen entre papeles y cifras, que , con el tiempo viciado, a sus espaldas, alguien vocea , sin mucho convencimiento, frente a un micrófono y unos focos.

A mi –aún- me duele la que fue la primera, y no fue Eva, sino Ana Orantes, que pagó como aquella otra primera madre, osadía por vida o expulsión del paraíso por conocimiento y libertad, que lo mismo es que te quieten de en medio, cuando estorbas o que te maten , cuando sacas resuello.

Desde mi querida Ana, mi valiente Ana, quemada en la entradita de su casa y veladora de la verdad, en el canal sur de Consuelo Berlanga, han sido muchas las que han añadido su foto y su historia, a la iniquidad de este país que se tienen por avanzado y progresista , pero que por mucha campaña, mucho arrojo y mucho juez, aún seguimos desayunando con sangre de mujer, que mancharnos la conciencia.

Todas las que pisan nuestro suelo, todas las que tienen nuestra boca, nuestros ojos y nuestros hijos, somos nosotras, porque todas tenemos ovarios , vagina y parimientos, todas rebotamos sangre a nuestros pasos, encadenadas de por vida a tener que ser niñas, mujeres y madres.

No hemos nacido para ver correr- impunemente- a nuestro asesino, ni para maldecir su nombre , en una manifestación tras la muerte de una hermana, ni para aborrecerlo y odiarlo , porque segó la vida de aquella que más queríamos, vida misma de nuestra misma vida …Hemos nacido para correr libres, para tropezar y enderezarnos, hemos nacido para soñar y vivir en libertad, porque no hay amarras suficientemente dura que nos ate, ni cadena que nos oprima , ni venda que nos ciegue, cuando hemos emprendido la batalla, esa guerra a muerte, con nuestro mutilador de almas.

Tenemos que ser fuertes, tenemos que ser valientes, tenemos que denunciar y abandonar el pasado, marchar y poner tierra por medio, para que ya la justicia y los de seguridad , den con sus pútridos huesos en una cárcel o en una cloaca y que nosotras vivamos para verlo, porque iremos al juicio y diremos nuestro nombre con orgullo, porque es importante denunciar, es importante correr con nuestros hijos y ponernos a salvo y entregarlo a las manos que deben ponerle coto a su mal nacimiento

No podemos dejar huérfanos a nuestros hijos, no podemos discutir, ni salvar al que nació podrido, debemos dejarlo ir, como se deja ir lo sucio por la alcantarilla, como no se mira, ni se intenta proteger , lo que ha nacido muerto y ni un ápice de compasión debemos tener por el que ya viene , con una soga para nuestro cuello, sin engañarnos con escuchar cantos de sirena envenenados, porque es tu nombre y no otro, el que gritan las meigas, como propicio para el sacrificio

Ayúdate a ti misma y lárgate de allí a toda prisa, párate en una comisario y da razón de él y las hermanas te buscarán un sitio y una forma de vida , para que batalles con esperanzas y no sea tu foto, ni tu historia, la que sirva de carnaza en la página de sucesos, sino que sea tu testimonio el que ayude a muchas otras, a las que el miedo calla o la incertidumbre del futuro atenaza o los hijos o las cenizas de un amor que nunca lo fue, hagan imposible escapar de su mala muerte . Que no haya fechas que poner en rojo en el calendario, que no seas tú, mi hermana, mi madre, mi amiga, mi hija, lo que más quiero, la que me mates a mí de dolor con tu muerte, ni la que pinte de rojo mi suelo, mi vida de negro y mis ojos de salado mar.

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