viernes, 4 de noviembre de 2011

PASADOS LOS DÍAS DE LOS MUERTOS



Hay gente a la que no le puedes hablar de su propia muerte, porque entran en catarsis o se abandonan o te abandonan con la palabra estafada y vencida, en la boca , sin posible contestación.

Un amigo médico me decía que algunos se mueren solo decírselo de pura ansiedad y que otros-en cambio-es justamente entonces, cuando comienzan a vivir, por primera vez.

Leí una entrevista a un doctor de terminales y explicaba que tenemos que preparar nuestra muerte y estar más que dispuestos a morir, porque es lo que nos toca y ciertamente no seré yo quien le quite la razón, porque si algo somos además de pendencieros, rastreros y palabreros es perecederos, o sea, con fecha de caducidad, impresa con letras invisibles en una esquina de la espina dorsal.

Pero es difícil, no me digan que no, porque la perra de la vida, es lo que tiene, que se hace querer y una vez que has visto un atardecer en la playa, subida a cuestas de un acantilado, una vez que te han besado y has sentido la plenitud de eso que las monjas llamaban alma, sin catarlo las pobrecitas, ya no hay viaje de retorno. La vida nos gusta y solo la enfermedad, el tirar del cuerpo como un caparazón muerto, es lo que nos impide ver lo hermoso que es todo, porque, díganme la verdad, la crisis es mucha, el trabajo escaso, los pisos una ruina, pero si te miran por la calle y ves que te desean, si tu hijo pequeño en voz farragosa te dice “qué guapa estás , mami”, porque te has rozado apenas los labios con un lápiz de mercadillo, el mundo te lo pones de montera y todo, absolutamente todo, te da exactamente igual.

El amor tampoco es mal elemento para acompañarnos estos días, pasados por soles y flores y polvorones prematuros y nueces y castañas sin castañeras, que no hace tiempo para tanto calor , ni brasas del averno y es que hasta la climatología anda en crisis y ya no tiene ni para pasar las páginas del calendario y saber cuándo le toca llegar. Los muertos se han ido con su día, con sus efímeras glorias, con recuerdos e ideas que llevamos en el costal como refranes y sentencias, chascarrillos y penas que contar a los que nos siguen, a aquellos que velarán nuestros cuerpos y no nos llevarán flores porque seremos incinerados y nuestra vana memoria , será como las páginas de un periódico que una vez leído se abandona, sin más. No estamos aquí ya , porque solo somos recuerdo de lo que seremos mañana, preparándonos poco a poco para dejarnos morir, para ver hacerse viejo a nuestro cuerpo, mayores a nuestros hijos y renacidos a nuestros nietos. Dejaremos aparte trabajo y pensión, de hacer todos los días las mismas cosas, y volaremos efímeros sueños que nunca se cumplirán, porque solo seremos carne de miseria, y solo nos quedará en nuestra calva cabeza un rincón para aquello que no pudimos realizar, “¡mierda del tiempo, qué rápido ha pasado!”, diremos, con nostalgia anticipada de lo que perdemos, por tener fecha de caducidad.

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