martes, 25 de octubre de 2011

QUE SE DEJEN DE TONTERÍAS


Ya estoy harta de que muchos se escandalicen de la muerte de Gadafi.
"Quien a hierro mata a hierro muere" o ¿es que creen que los que cayeron en sus manos sufrieron una mejor suerte?.
No, estamos hablando de reyes y reinas del asfalto, ególatras sin escrúpulos que han dejado al que sea detrás, por llevarse ellos la palma de crear un mundo a su medida y que gobiernos de medio mundo, por decir medio, sentaron sus posaderas ante ellos y postraron sus cabezas, enseñaron dientes de leche y sonrieron, mientras el pueblo estaba en ruinas y ellos vivían a todo tren.
¿Y a quién le importó?...a nadie.
Pero la realidad se impone cuando te la meten a puñetazos por los ojos, la realidad se impone cuando tenemos que verla a la fuerza , porque existen los móviles y ellos nos dicen que sufrió, que era humano y que el que arengaba a sus mercenarios, para violar y matar y despellejar y quedarse en el poder unos buenos años más, también sangraba y se dolía y era humano , como el resto de nosotros.
No me gusta la violencia, no me gusta la sangre, me hubiera gustado que lo hubieran sentado ante sus victimas y que las hubieran dejado expresarle su dolor, su asco, su miserable vida gracias a él y su avaricia, su lujuria y su egolatría, pero no , lo mataron como a un perro rabioso y ahora los organismos oficiales, que oficiosamente han ayudado a matarlo, se llevan las manos a la cabeza y dicen "qué horror". Sí, qué horror... de hipocresía, qué horror... de satrapas que viven gracias a la anuencia de muchos, que sacan tajada también, sin mancharse las manos.
Qué asco, en suma, de esa hipocresía social que se asusta de la sangre de un dictador que es tratado como el trataba en secreto y privado, sin móviles a mano, a los que no se congraciaban con sus ideas.
¿Y saben por qué lo sabemos, por qué hemos visto su agonía?...porque las jaurías de perros salvajes como los que lo mataron , enseñan los dientes y ladran y Cancerbero, en cambio, mataba solo y acompasado , sin que hubiese nadie de sus secuaces, que se atreviera a desafiarle, ni nadie en el exterior que le chistara, ni un ápice.

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